viernes, 28 de septiembre de 2012

¿Feliz? Cumpleaños



¡Nunca una fiesta de cumpleaños resultó una tortura! Y eso que ni siquiera es fiesta. He llegado a la conclusión de que ODIO celebrar mi cumpleaños. No por la edad (obviamente), ni por los regalos (que nunca están demás), ni por la gente (o, al menos, no por toda)… sino porque acaba convirtiéndose en una obligación. Y no lo es.
Me siento presionada.
Parece que si no lo celebras es una ofensa pero, ¿una ofensa para quién? ¡Ofensa es que me obliguen a celebrarlo!
¿Podría ser que influyese que la persona a la que más quieres cumpla años el mismo día? Ya no quieres celebrarlo tú, sino celebrarlo con él o, mejor todavía, que lo celebre él, tú le aplaudes y te quitas de líos. Pero claro, de este modo harás sentir al resto que no quieres celebrar TU cumpleaños con ellos… por el amor de Dios, ni contigo ni con nadie, ¿es que no me has leído bien? ¡Qué no quiero celebrarlo! Así, a secas.
Un nudo en el estómago. Gigante. Y más grande todavía conforme se va acercando el día. Organizado mi cumpleaños, por obligación, pero organizado. Allá vamos, y tú, que te mereces poder celebrar el tuyo, te jodes, y te vienes a celebrar el mío con los míos… y lo siento mucho, ¿qué te voy a decir? No he podido evitarlo, me han obligado o me han hecho sentir obligada, o yo que sé, si yo ya no sé nada sobre este día que, por cierto, se supone que es mi día… y el tuyo, aunque esta claro que de eso pasamos.

Lo complicado viene después. Pon buena cara, que es tu día, y te lo tienes que estar pasando genial… pero tú solo puedes pensar en que tienes sentada al lado a la persona que te gustaría que soplase las velas entre su gente. Pero no lo va a hacer, porque sí ha sabido explicar que no es una obligación celebrar el maldito cumpleaños y que prefiere estar con la persona a la que quiere, que también cumple años. Eso sí, menuda sorpresa se lleva al darse cuenta de que nada será como esperaba. No habrá velas, ni para soplar, ni mucho menos para amenizar una velada romántica. Simplemente estará rodeado de la gente que me quiere a mí y que quiere que yo sople las velas.
Luego explotaré y les diré a todos lo egoístas que son. Y resultará que no entenderán porque él no puede pasarlo bien celebrando su cumpleaños con ellos. Porque no sois sus amigos. Me pregunto yo si acostumbráis a celebrar vuestro cumpleaños rodeado de los amigos de vuestra persona más cercana en vez de con los propios.

Como jode ver que alguien renuncia a algo por ti y tu eres incapaz, por mucho que lo intentas, de renunciar a lo mismo por él.  


P.D. Aún así, espero mañana entrar a los veintidós con buen pie. Y aunque no sea la forma más adecuada, te cogeré la mano por debajo de la mesa para entremos juntos (bueno, tú a los 21). 




miércoles, 5 de septiembre de 2012

¡Otra vez!


“Cada vez lloro menos”, comenté entre risas al acabar la final. Una llamada que susurra: “¡Otra vez!”.  Un abrazo que te hace sentir más Campeón (si cabe). Miradas que dicen “me alegro de vivir esto, y me alegro de vivirlo contigo”.
¿Será verdad que uno se acostumbra a ganar títulos? ¿Será verdad que se acostumbra tanto que deja de sentirlos? Imposible.
Llego a casa y veo un video de Mónaco, después un video de Bucarest, otro de la derrota en Barcelona, y hasta uno de Hamburgo… y parece que ya está, que me doy cuenta de todo lo que acabo de vivir y lloro,  lloro como una niña y no miro por encima del hombro a nadie, porque lo cierto es que, a pesar de todo, no sé si en el próximo partido de Liga el Atleti marcará otros cuatro goles o los encajará, lloro porque deseo vivir estos 4 títulos de nuevo, lloro porque me siento afortunada de ser de este equipo que lo mismo te decepciona que te lleva a lo más alto, lloro porque a mi lado lloran personas a las que quiero y lloro porque… ‘otra vez’, no sólo hemos ganado, sino que hemos ganado otra vez. 


  

Mónaco destrozó mis gemelos, resquebrajó mi espalda, desafinó mi garganta… y, sobretodo, encogió mi corazón. Bueno, esto último fue el Atleti quien lo logró, otra vez. 






P.D. Dedico este título a todos aquellos que dicen: “Increíble Falcao, pero ya lo venden”; a todos aquellos que te escriben: “¡Enhorabuena!...aunque ya veremos que hacéis en la Liga”; a todos aquellos equipos que no ganan la Champion porque sino tendrían que jugar la simple y llana SuperCopa; a todos aquellos que comentan: “¡Felicidades!... pero el Chelsea no hizo nada”. En definitiva, le dedico este título a todos aquellos aficionados de esos dos equipos que se creen tan diferentes, pero todos sabemos que son iguales.